Me parece interesante puntualizar este tema, antes de seguir con mi análisis de ejemplos diversos sobre el tema, con objetivo de clarificar que en realidad ambos aspectos pueden ser lo suficientemente positivos, dependiendo creo, más bien del uso y la connotación que se le dé en un grupo dado y bajo un contexto específico a cada uno de los términos; incluso creo que ambos pueden interrelacionarse generando una cultura que colabora para generar competencia interna o externa.
Desde mi punto de vista se trata más bien de la manera en que se administran las fortalezas y áreas de oportunidad de un grupo, en la que aquellos que en determinado momento muestran mayores fortalezas deberán tomar el liderazgo para la toma de decisiones, volviéndose los demás colaboradores; y en otro momento dado, donde las fortalezas cambien, entonces se intercambiarán los papeles. Lo importante entonces sería fomentar la humildad por parte de los que circunstancialmente les toque reconocer al que más tiene en un área específica, de forma de poder aprender del mismo y por ende poner en marcha una constante superación inspirada por quien en algún aspecto esté un escalón más arriba.
Adicionalmente, cuando ocurriese que quien “gana” se manifiesta con algunas de las características negativas aludidas, se podrá propiciar la seguridad y humildad en quienes “perdieron” para evitar que se sientan ofendidos o resentidos y puedan manifestarse con tolerancia y comprensión, es decir, mostrando ellos una estatura superior en esos valores que quien “ganando” en tal o cual aspecto, se manifiesta en el aspecto ético puntual, de forma inferior.
Inclusive pienso que la colaboración y la competencia pueden convivir. Tenemos ejemplo de ello en nuestras familias donde en el calor de la competencia entre hermanos también se echan porras entre sí.
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